Mi abuela,como la mayor parte de abuelas, fue una mujer que
dedicó su vida al cuidado de sus hijos, la limpieza de la casa y la
administración del dinero que su marido ganaba.
Aún así, para sorpresa mía y de los demás, el otro día hablé
con una abuela nueva. Me encontré con una mujer que defendía el aborto, la
incorporación de la mujer al trabajo y la igualdad laboral, las madres solteras
y los “amos de casa”. Sorpresa fue la mía al ver que mi abuela es feminista y
que ni ella misma lo sabe.
Probablemente mi abuela no conozca las distintas teorías
feministas, seguramente que ella no sea consciente ni tenga idea de que
existieron y existen mujeres luchadoras. Supongo que los nombres de Simone
Beauvoir, Betty Fiedan, Judith Butler y Virginia Despentes le sonarán a
chino. Dudo mucho que alguna vez haya
leído alguna obra que hablase de todo esto, no porque no tuviese interés,
simplemente porque se le fue ocultado. En cambio, mi abuela es feminista.
Esta anécdota quiero usarla como introducción a un nudo. El
nudo que ata nuestras gargantas.
No hace falta ser un lumbreras ni una persona políticamente
activa para poder denunciar la situación actual. El feminismo no es nada
complejo, el feminismo es pura lógica y racionalidad. Va dentro de nosotras y
nosotros.
Nadie se debería asustar al oír la palabra “feminismo”. Últimamente, este vocablo va asociado a radicalidad y violencia. “¿Qué lógica tiene ser feminista si es lo
contrario que machista?” se preguntarán muchos. ¡Qué inocentes! No saben lo
manipuladxs que están ni lo incoherentes que suenan. Muchas personas se alejan de este concepto, le
temen, sin darse cuenta de que es lo que realmente buscan y necesitan.
Espabilad antes de que sea demasiado tarde.
He introducido esta breve historia con una anécdota. He seguido con un nudo, el nudo metafórico que ata nuestras gargantas. Ha llegado la hora del desenlace, la hora de desatar el nudo. No encuentro forma más idónea de terminar esto que diciendo, con la cabeza bien alta, que yo también soy feminista.
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